La obligación de cumplir con los derechos de cada uno


Capítulo XXV

 

(Y la responsabilidad de restituirlos)

 

Sagrado Corán

 

Dijo Allah, Altísimo sea:

"Verdaderamente Allah os ordena que paguéis los derechos correspondientes a sus legítimos dueños."

(Las mujeres /58)

"Hemos expuesto la responsabilidad de los derechos a los cielos, la Tierra y las montañas. Pero no quisieron asumirla estremecidos por ello. Sin embargo el hombre la asumió. Realmente, él es injusto (consigo mismo) e ignorante."

(Los partidos /72)

 

Hadiz:
1. 202.

De Abu Huraira, Allah esté complacido con él, que dijo Mensajero de Allah, Él le bendiga y le de paz:
"Los signos del hipócrita son tres: cuando habla, miente; cuando promete, no cumple; y si se le confía algo, traiciona."

Lo relataron Al Bujari y Muslim.

Y en otro relato:

"Aunque ayune, rece y diga que es musulmán".

De Hudaifa Ibn al Yaman, Allah esté complacido con él, que dijo:

"El Mensajero de Allah, Él le bendiga y le de paz, nos habló de dos cosas. He comprobado una y espero a ver qué ocurre con la otra. Nos habló de que la confianza y la fidelidad bajaron primeramente a lo más profundo de los corazones de los hombres. Después descendió el Corán y la conocieron del Corán y de la Sunna.

Y a continuación nos habló de cómo sale la confianza y la fidelidad de los corazones de la gente poco a poco. Y nos puso como ejemplo:

Dormirá la gente y se le sacará la sinceridad de sus corazones, quedando tan poca como la huella que deja la quemadura de una brasa en el pie. Verás una ampolla, pero realmente, dentro está llena de aire y no hay nada.

Y la gente hará pactos que casi ninguno cumplirá, hasta el punto de que se diga: ‘¡En la tribu de fulano hay un hombre sincero!’ (por lo raro que será encontrar uno). O que se diga: ‘¡Qué hombre más valiente, o qué simpático, o qué inteligente!’ Sin embargo, no queda un sólo grano de su fe.

Por el contrario, en el pasado estaba tranquilo cuando me dedicaba a la compraventa. En la transacción que hiciera con un musulman, su Din me haría confiar en él y con un cristiano o judío, su protector respondería de él. Pero hoy no confío en la gente, excepto en fulano o citano."

Lo relataron Al Bujari y Muslim.


3. 204.

De Hudaifa y Abu Huraira, Allah esté complacido con los dos, que dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le de paz:
"Allah, Altísimo sea, reunirá la gente y se levantarán los creyentes de forma que tendrán el Jardín cerca de ellos. Entonces irán a preguntar a Adam, Él le bendiga y le de paz: ‘¡Oh padre nuestro! Pide que abran el Jardín para nosotros.’

Y dirá: ‘¿Acaso no os hizo salir del Jardín una falta de vuestro padre? Así que yo no soy dueño de eso. Id, pues, a mi hijo Abraham, amigo de Allah.’

Irán a Abraham y les dirá: ‘Yo no soy dueño de eso. Yo sólo fui amigo y no tengo el rango tan elevado como para eso. Id, pues, en busca de Moisés, al que verdaderamente habló Allah.’

Irán a él y les dirá: ‘Yo no soy dueño de eso. Id a Jesús que es la palabra de Allah y su espíritu.’

Y dijo Jesús: ‘Yo no soy dueño de eso.’

E irán a Muhammad, Él le bendiga y le de paz. Se levantará y se le dará permiso para la petición.

Se enviará por un lado la confianza y por otro los vínculos familiares, puestos a ambos lados de al Sirat.[1]

Una a la derecha y los otros a la izquierda.

Y pasará el primero de vosotros como el rayo.

Y dije: ‘¡Por mi padre y mi madre! ¿Qué es lo que corre como el rayo?’

Dijo: ‘¿Es que no veis cómo va y vuelve en un abrir y cerrar de ojos?’

Después como el viento. Después como el pájaro. Y el que más corra de los hombres lo hará por sus acciones y vuestro Profeta, de pie sobre al Sirat dirá: ‘¡Sálvalos, sálvalos!’.

Y así hasta que las acciones rectas de los siervos vayan decreciendo y no puedan andar, sino arrastrarse por el puente, en el que habrá garfios colgados a los lados y dispuestos a coger a quien les sea ordenado; heridos y despedazados serán arrojados al Fuego unos sobre otros.

Dijo Abu Huraira:

‘Y por Aquel que tiene al mismo Abu Huraira cogido de la mano que la profundidad del infierno será de setenta otoños’."

Lo relató Muslim.


4. 205.

De Abu Jubaib Abdullah Ibn Zubair, Allah esté complacido con los dos, que dijo:
"Cuando ocurrió la batalla del camello[2] Zubair (mi padre) me llamó. Me levanté y corrí a su lado. Y dijo: ‘¡Hijo mío! Ciertamente hoy no morirá otro que el opresor o el oprimido. Y yo seré de los oprimidos o de los que mueran injustamente. Pero, en verdad, mi gran pena es mi deuda. Así que, hijo mío, mira si de lo que tenemos hay suficiente para pagar las deudas.

Le dejó en herencia un tercio y el tercio de ese para sus hijos.

Y le dijo: Y de lo que quede, una vez saldada la deuda, un tercio del tercio para tus hijos.’

Dijo Hishám:

‘Y algunos hijos de Abdullah eran como los de Zubair; Jubaib y Abbád. Teniendo entonces nueve hijos y nueve hijas.’

Dijo Abdullah: ‘Me recomendaba cumplir con las deudas y decía: ‘¡Hijo mío. Si te ves incapacitado para cumplir con las deudas pide ayuda a Mawlai!’ Y por Allah, que no sabí?a a quien se refería, hasta que tuve que preguntarle:

‘¿Padre, quién es Mawlai?’

Dijo: ‘¡Allah!’

Así pues, por Allah, que cuando me encontraba en dificultades para satisfacer la deuda, decí?a: ‘¡Oh Mawlai de Zubair, cumple con su deuda!’ Y así sucedía.

Dijo: ‘Murió Zubair sin dejar ni dinar ni dirham, excepto tierras. De entre ellas un bosque. Once casas en Medina, dos en Basora, una en Kufa y otra en Egipto.’

Dijo: ‘La deuda era como resultado de depósitos que le hacían. Y Zubair prefería asumir la cantidad como deuda. De manera que empleaba el dinero y con eso no corría el riesgo de perderlo.

Su riqueza, no fue fruto de ningún emirato o de cargo alguno que ostentara como recaudador del zakat, sino de los botines obtenidos en campaña con el Profeta, Allah le bendiga y le de paz, Abu Bakar, Umar y Uzmán.’

Dijo Abdullah: ‘Sumé sus deudaw, alcanzando la cifra de dow millones doscientas mil.’

Se encontró Hakím Ibn Hizám con Abdullah y le preguntó:

‘¡Sobrino! ¿A cuanto asciende la deuda de mi hermano?’

Se la oculté y le dije: ‘¡Cien mil!’

Dijo Hakím: ‘¡Por Allah! que no veo que la cuantía de vuestra riqueza alcance esa cantidad.’

Dijo Abdullah: ‘¿Y si te dijera que su deuda es de dos millones doscientas mil?’

Dijo: ‘¡No veo que podáis satisfacer esa cantidad tan enorme! Y si así fuera me pedís ayuda.’

Dijo: ‘Zubair compró el bosque por ciento setenta mil y Abdullah lo vendió por un millón setecientas mil.’

Después fué y llamó a la gente diciendo:

‘¡Quién tenga alguna deuda que cobrar de Zubair, que venga que se la pagaremos!’

Acudió Abdullah Ibn Yaafar a cobrar lo suyo que ascendía a cuatrocientas mil. Pero éste le dijo a Abdullah:

‘Si queréis, la dejamos o la aplazamos.’

Contestó Abdullah: ‘¡No!’

Y dijo: ‘Dadme pues, un trozo de tierra.’

Dijo Abdullah: ‘¡Para tí desde aquí hasta aquí!’

Después de ser cumplimentada la deuda, quedaron todavía cuatro partes y media.

A continuación llegaron Mwawia, Amri Ibn Uzmán, Al Mundhir Ibn Zubair y Ibn Zamá. Cada uno de ellos tomó una parte por valor de cien mil, excepto Mwawia que cogió una y media por ciento cincuenta mil.

Dijo: ‘Después Abdullah Ibn Yaafar vendió su parte a Mwawia por setecientos mil.’

Y cuando terminó Ibn Zubair de pagar totalmente la deuda, le dijeron sus hijos:

‘¡Reparte entre nosotros nuestra herencia!’

Dijo: ‘¡No, por Allah, hasta que no pasen cuatro años y llame en el tiempo de la peregrinación: ‘¡Quien tenga alguna deuda que cobrar de Zubair, que venga a cobrarla!’

Y cuando pasaron los cuatro años les repartió la herencia. Es decir el tercio del tercio.

Zubair tenía cuatro mujeres y a cada una le correspondió un millón doscientas mil. Y toda su riqueza fué de cincuenta millones doscientas mil."

Lo relató Al Bujari.

Notas del Capítulo XXV

[1] Al Sirat, puente extendido sobre la superficie del Fuego, por el que pasará la gente el Día del Juicio.

[2] Día del camello: suceso acaecido entre Ali, hijo de Abu Talib y sus partidarios, por un lado y entre Aisha y sus partidarios por otro. Se llamó batalla del Camello porque Aisha montaba un inmenso camello con el que se puso en fila. Sucedió en el año treinta y seis de la Hiyra a la muerte del califa Uzmán.

 

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